En nuestra casa desayunamos
escuchando la radio que, titular a titular, va imponiendo la agenda informativa
del día. Invariablemente, mientras los escucho, pienso qué lejos me siento
de aquellas clases de periodismo
en que, recurriendo a los teóricos, se citaban los elementos que convertían a
un hecho en noticia. La
agenda la imponen los medios, siempre lo han hecho, pero cada vez más de
acuerdo con sus propios intereses y siempre más lejanos de lo que conocemos por
objetividad, que se está convirtiendo apenas en una falacia.
Hace apenas una semana
escuchaba cómo ese día, con gran alarma, se hablaba del crecimiento de la deuda
pública española. La alarma se
generó por un toque de la Unión Europea.
Contempla imponer una multa adicional a España, también a Portugal, por
no haber cumplido su compromiso en la reducción de la misma.
Los periodistas y
comentaristas convirtieron el tema en el del día –con la misma audacia en que
al siguiente lo sepultaron, cambiándolo por otro, igual o más escabroso – así
que desayunada y subida en la máquina elíptica, donde acompaño con ejercicio
físico el del pensamiento, no pude más que sonreír con ironía frente al cinismo
de los medios. ¡Hablaban del
crecimiento de la deuda como si hubiera sido el descubrimiento del día, cuando
es un hecho que ésta ha venido creciendo y duplicándose año a año de una manera
vertiginosa! Tanto ha crecido que
ya sobrepasa el ciento por ciento del Producto Interno Bruto del país, y las
cifras no son nuevas, ya eran conocidas.
A la hora del almuerzo, retomamos
el tema. Esa tarde, como siempre,
en una conversación que es nutrida, volvimos al titular del día para
reenfocarlo no sólo en el engaño de la presentación sino en el engaño en que
parecemos empeñados en vivir, tal vez para no darnos tan duro con la realidad,
o, peor, porque queremos vivir en ella, pero aislados de ella. O, nos dijimos, ¿no sería preocupante para la economía de cualquier hogar que el ciento por ciento de sus ingresos en
un año no alcazaran a cubrir lo que debe? Y para empeorar ¿que además lo fueran
a multar por el atraso en el cubrimiento de su deuda?
Pienso que sí. Como creo que debería haber más
conversaciones de sobremesa en las que los temas trascendieran del fútbol y la
amenidades de la vida, o las amenazas de la cotidianidad simple, para subir un
escalón más que nos permita descifrar el sistema en el que vivimos porque sólo
conociéndolo, podremos modificarlo.
Un sistema que se replica
siempre a sí mismo, como un espejo en una galería de espejos, devolviendo la
misma imagen, entre otros asuntos porque los encargados de contarlo apenas
tienen palabras para esbozarlo y las que usan no les alcanzan, son pobres en su
significado o apenas se replican a sí mismos sin crítica, sin imaginación, sin
alcance.
¿O qué otra cosa se podría
pensar cuando el mismo día de la noticia sobre el crecimiento de la deuda
pública, otro periodista (ojo,
periodista dando una noticia y no comentarista) calificó de “afirmación apocalíptica”
–como si viviéramos en el medioevo–
que el físico Stephen Hawking dijera que Dios no existe?
Quise consolarme y abrí un
diario de mi país. El espejo me
devolvió la misma imagen. La
noticia decía que uno de los mayores “consumos” de los colombianos en las
aplicaciones tecnológicas (Apps) es el de educación. ¡De manera que hasta la
educación, que es ante todo formadora, se está convirtiendo, gracias a la
palabra en esta galería de espejos, en apenas un componente de consumo!