De una carta a María José,
mi sobrina.
Ahora que se está cerrando
tu semestre académico, me puse a pensar en lo que estudiaste, lo que me
compartiste, lo que aprendiste tú, lo que aprendí yo y en aquello que,
sabiéndolo, no tenía tan claro.
Me parece que fue un
semestre básico porque puso los cimientos de lo que será tu análisis del mundo
contemporáneo, que es en el que vivimos, y te dio herramientas necesarias para su
interpretación.
En primer lugar, fue
fundamental encontrar el momento en que se separa lo político de lo eclesial,
al menos en la teoría, impulsado por personas como Martín Lutero y Nicolás
Maquiavelo. El uno, porque sentía que el corazón de la iglesia estaba corrupto,
el otro porque quería señalar a su príncipe cuáles podían ser las mejores
razones y estrategias para gobernar.
Luego vino el tema de la
libertad en los estados. Locke y
Hobbes. Interesantísimo porqué se
remiten a una pregunta fundamental:
¿Somos los hombres capaces de gobernarnos a nosotros mismos de manera
individual y, al mismo tiempo, vivir en sociedad, o necesitamos algo que nos
organice? La respuesta de los dos
es que necesitamos un contrato social, pero la manera como la resuelven da
lugar a lo que ha sido la experiencia de la organización de los estados en el mundo.
Hobbes, el absolutista, es,
a mí entender, el pilar no sólo de las monarquías absolutas, sino de todos los
regímenes que concentran el poder
en uno solo, no importa de qué orilla se encuentren. En esos absolutismos se pueden leer desde las dictaduras del
cono sur, hasta la experiencia comunista en la antigua Unión Soviética y los
países del este de Europa, sin dejar a un lado los más de cincuenta años de
poder absoluto de Castro en Cuba, aunque hayan razones que nos permitan
entender qué lo llevó a ese extremo.
Locke, el liberal, en
términos políticos, no económicos, nos pone en el camino del ensayo de la
democracia, esta que intentamos construir, de una manera social, que es
imperfecta, y que necesita fortalecerse en tiempos en que el poder económico
parecería querer devolver el mundo al absolutismo, no ya de un soberano o de un
dictador, sino al de las finanzas y los mercados. Un absolutismo en el que la riqueza se concentra en unos pocos, además sin
rostro, porque para ejercer su poder contarían con sus transnacionales, entes
sin corazón, sin preguntas, sin ética y sin moral. Fácil además porque se parapetan detrás de siglas y logo
símbolos. ¿O es que alguien conoce la cara del dueño de Coca-Cola, de Nestlé,
de Bayer, de Monsanto?
Y para cerrar, excepcional, el texto de Lenin defendiendo la dictadura
del proletariado, paso previo al estado comunista puro. Excepcional porque la práctica dijo que
esto no se realizó. Que la
experiencia fue la de la dictadura del partido, lo cual nos lleva otra vez a
los absolutismos, y me devuelve a mí, personalmente, a la idea de que lo que
tenemos que defender, ante todo, es la construcción de democracias en las que
haya esfuerzos concentrados en la educación y el pensamiento de sus
integrantes, única manera de que esta se perfeccione. Serán democracias cada vez mejores si quienes eligen, ejercen, al tiempo, un pensamiento ilustrado, analítico, crítico y cargado de futuro.
Para cerrar, les dejo el enlace de
un artículo de María José.